Friday, September 22, 2006

The pessimism

La imagen definida de del valor la vida, que ha dado a la filosofía de Schopenhauer su marca exterior y la ha hecho importante para su influencia sobre la cultura de los últimos decenios, se concentra en el absoluto predominio que en ella adq1uiere el valor de la vida sobre la felicidad. (...) Schopenhauer hace del dolor la sustancia absoluta de la vida, lo convierte en su determinación a prioiri, lo sumerge en la raíz de nuestra existencia de tal modo que ninguno de sus frutos puede tener otra naturaleza que la del dolor. Por primera vez el dolor es aquí, no un accidente del ser, sino el ser mismo en tanto se refleja en sentimientos. Y en realidad la metafísica de la voluntad no permite ninguna otra conclusión si se concede que toda felicidad es voluntad satisfecha y todo dolor cumplimiento de voluntad no logrado. Lo que importa es lo que es; no conviene creer que el hecho de que la voluntad consiga sus fines sea la causa del sentimiento de placer. (...) Si se entiende por dolor y por felicidad en el sentido amplio, que sin duda está en la intención de Schopenhauer, la expresión en la esfera del sentimiento del último y auténtico ser del mundo, de la misma manera que los hechos de la intuición lo expresan en la esfera del conocer, resultará que la cantidad de placer o del dolor será uno de los problemas de más honda importancia de la vida; vistas así las cosas, no puede eludirse este problema como gusta de hacerlo la ética, haciendo que el placer y el dolor pasen como situaciones de ánimo subjetivas que no afectan a la más honda estructura de la vida. El que la vida carezca de fin hace que el dolor y el placer tengan valor en sí mismos, sin pretender una significación que salga de un fin colocado por encima de ellos, por lo cual una teoría filosófica del fin último absoluto como la de Kant considera tan secundarios y poco importantes a estos sentimientos como lo hace la teoría nietzscheana de los fines relativos determinados por el hecho de la evolución. Pero si el dolor y el placer tiene, como en esta teoría, su puesto en las instancias supremas de la vida, puede, precisamente porque sobre ellos no hay fin alguno superior que disminuya su importancia, adquirir aquella significación que hace que la vida entera se tiña de su color, y convierte su proporción en una piedra angular del cuadro schopenhaueriano del mundo.
Schopenhauer expresa la consecuencia decisiva del carácter de voluntad que la felicidad tiene con las siguientes palabras: “toda felicidad es esencialmente negativa siempre. Deseo, esto es, carencia, es la condición anterior previa a todo goce”. Por eso la felicidad no puede nunca ser más que la liberación de un dolor, de una necesidad. Cuando al fin todo se ha superado y conseguido, nunca se puede haber ganado otra cosa que el liberarse de un dolor o de un deseo, y por tanto, encontrarse en la misma situación que cuando este dolor o deseo se presentó. (...) Por grande que sea la medida de eso que llamamos felicidad, está marcada desde su nacimiento de mera negatividad; en este proceso la vida no nos concede ganancias propiamente dicha, sino el llenar un vacío, el pago de una deuda a la voluntad. Lo sumo que pudiera alcanzarse en todo caso, aunque en realidad nunca se llegara a ello, sería la satisfacción de toda apetencia, el equilibrio de toda necesidad por la felicidad de la que es condición; una felicidad que fuese algo más que la supresión de un dolor, que el apaciguamiento de un ansia, es una quimera, un imposible lógico. A distinción de aquellos pesimismos que derivan de las cantidades comparadas de placer y del dolor y que, por lo tanto, tiene siempre algo de relativo y corregibles, aquí el pesimismo se levanta sobre el concepto mismo del placer. De esta manera se suprime a priori toda corrección empírica en cuanto se declara que la felicidad grande o pequeña, solo es posible por el carecer el dolor, consintiendo ella en otra cosa que en la supresión en cada caso de este carecer. (...)
Su lógica se basa en un hecho psicológico. Si no supiésemos por experiencia que un deseo logrado va acompañado del sentimiento específico, al que llamamos placer, no existiría esta teoría. Por eso su fundamento puede comprobarse en hechos psicológicos.
Simmel George, “Schopenhauer y Nietzsche„ Cap, IV, Ed, Schapire, Bs As, 1944, pp. 87-88.